Sabia Naturaleza.



Me levanté temprano y me puse a pasear. El día pintaba mal. Un enorme nubarrón entre gris y marrón se apoderó de aquel lugar. El campo se quedó solo y abandonado. Los olivos tristes, repletos de aceitunas, fueron los únicos espectadores que aguantaron el chaparrón con resignación.
 
 
La nube inmisericorde avanzó sin compasión y entre las altas montañas se tragó al débil sol. Sus rayos sin fuerza sucumbieron sin rechistar ante el abrazo mortal... y la gran estrella solar desapareció.
 
 
 
Pero al día siguiente el bello paisaje recobró su colorido y los árboles desnudos volvieron a sonreír porque su amigo el sol sí que pudo salir.
Los animalillos del bosque volvieron a corretear por la pradera y una vez más pude escuchar los alegres cantos de los pajarillos.
Y colorín colorado el cielo quedó azulado.
 
 
Después de la tempestad viene la calma.

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